
UPD ¿de qué se trata?
Un rito de paso: el UPD y su impacto en la cultura juvenil.
En Argentina, la llegada del último año de secundaria está marcada por un evento singular: el “Último Primer Día”, más conocido como UPD. Esta celebración, que combina emociones encontradas y una alta dosis de adrenalina juvenil, plantea interrogantes sobre los límites entre la diversión y el consumo irresponsable.
Una tradición reciente, pero arraigada
Lo que nació como una expresión espontánea de estudiantes futuros a egresar, es hoy una tradición con casi diez años de antigüedad, presente tanto en nuestro país como en otros de la región. El UPD es celebrado por los alumnos del último año de la secundaria y consiste en reunirse la noche previa a su último primer día de clases para celebrar juntos el inicio de un año lleno de expectativas. Con el tiempo, este festejo ha evolucionado hacia una suerte de “ritual” que incluye previas nocturnas, cotillón, bombos y caravanas hacia las escuelas al amanecer.
El consumo de alcohol, en el centro del debate
El consumo excesivo de alcohol es una de las principales preocupaciones que rodean al UPD. En una cultura donde el alcohol está profundamente arraigado en las celebraciones, los adolescentes no son inmunes a su influencia. En este contexto, los adultos enfrentan el desafío de acompañar y educar a las nuevas generaciones.
Sin embargo, la demonización o prohibición resultan contraproducentes, ya que el desenfreno de estas celebraciones refleja también el desafío a la autoridad y la búsqueda de límites propios de la adolescencia. Por esto es fundamental reflexionar sobre cómo los adultos pueden intervenir de manera constructiva, desde un enfoque preventivo y colectivo.
Instituciones educativas, familias y comunidades deben trabajar en conjunto para generar espacios de cuidado y reflexión, respetando la necesidad de los jóvenes de celebrar mientras se les brinda información actualizada sobre los cuidados necesarios.
Además del acompañamiento particular de cada familia, la escuela cumple un rol clave. Desde incluir a los estudiantes en la planificación del evento hasta promover estrategias preventivas, las instituciones tienen la oportunidad de resignificar esta tradición.
Si nos organizamos nos divertimos todos
El Último Primer Día es más que una fiesta; es una expresión cultural que refleja las tensiones y los desafíos de la adolescencia. Aprovechar esta tradición como una oportunidad para el diálogo y la educación puede marcar la diferencia entre un ritual que une y uno que divide. El reto está en nuestras manos: acompañar sin juzgar, educar sin prohibir y construir juntos una celebración más consciente.
